"...y miren lo que son las cosas que para que nos vieran nos tapamos el rostro; para que nos nombraran nos negamos el nombre; apostamos el presente para tener futuro; y para vivir.... morimos" Subcomandante Marcos

jueves, 26 de enero de 2012

Inútiles confeciones

Ya, si he vuelto a escribir, es porque siento que tengo algo, quizás importante, por lo menos para mí, que expresar. De verdad, las cosas que diré, son totalmente inútiles, no afectan en nada cualquier cosa. Son sólo confeciones, palabras que lanzaré al viento y que no llegarán a ninguna parte, palabras naufragas; pero aún así, si llegaran a puerto... cobrarían más importancia de la que yo mismo pude haberles otorgado.
Lo primero es lo primero... no he escrito hace mucho tiempo y sí, ha paso bastante agua bajo el puente, por lo menos, la suficiente. Descubrí que es o fue muy probable de que me halla enamorado de mi ex, sí, la perra esa. Pero si en realidad sucedio eso, ya pasó y ya no me encuentro en ese estado de ceguera y estupidez. Ahora me encuentro notablemente recuperado, aún así, sigo pensando en ella, y pero aún, sé que está mal. Hubo un tiempo que comenzé a recordarla con mucho cariño, como que si todo lo malo hubiera sido un detalle, pero de mis adentros salió esa llama de odio -quizás- y me hizo volver a la realidad, que la mina fue una perra y yo era un tonto por pensar así. Lo que ciertamente es verdad. Eso me hizo entender algunas cuestiones importantes para mí. Me di cuanta de que de la persona que alguna vez estube enamorado, ya no existe más y jamás volvería, está como muerta... y también, para mal mio, nunca existio. Incluso si volviera con ella, no sería la misma ni yo ni nada. Todo se murio y pudrió para siempre... Por ejemplo, ayer la vi, no la veia hace como un mes y fue raro, porque sentia, y cada vez que veo una foto con ella o algun antiguo comentario en facebuk, siento como que si esa persona no fuese la misma de hoy, es como que si todo lo que vivi con ella, lo vivi en otra vida, como si la conociera de otra vida, pero hoy no. También, no hablo con ella, nada, pero nada desde hace como tres meses, cuatro inclusive. Entonces siento como que si no nos conocieramos, como que si todo lo que vivimos fue parte del recuerdo de algún sueño perdido en el inconciente. Pero mi conciente y el de ella -por cierto- saben que no es así, no... en algún momento compartimos weás bakanes, weás askerosas... en algún momento, y no volveran jamás, nunca, adios, nada será igual jamás. Igual es cuatico pensar, que una de las personas mas importantes en el ultimo tiempo en tu vida, y quizás de tu vida.... halla desaparesido así, tan fugar y friamente. Creo que es algo doloroso y ya lo sufrí si, pero no deja de ser una experiencia extrema...
Lo que pienso ahora, es... cuando será el día, el momento en que vuelva la paz espiritual (?) y el odio se halla ido de verdad y de podamos hablar de nuevo... hablar... hablar tranquilamente, decir quizás: te acordai de esa weá wujakssjkaskjkjasajks y reirnos caleta así, como que si nada hubiera pasado, sería bakán, no sé.

(otro dia sigo escribiendo xd)

sábado, 14 de enero de 2012


El mito andrógino.

Al principio, la raza de los hombres no era como hoy. Era diferente. No había dos sexos, sino tres: hombre, mujer y la unión de los dos. Y esos seres tenían un nombre que expresaba bien su naturaleza y hoy perdió su significado: Andrógino. Además, esa criatura primordial era redonda: sus costillas y sus lados formaban un círculo y ella poseía cuatro manos, cuatro pies y una cabeza con dos caras exactamente iguales, cada una mirando hacia una dirección, apoyada en un cuello redondo. La criatura podía andar erecta, como los seres humanos hacen, para adelante y para atrás. Pero podía también rodar y rodar sobre sus cuatro brazos y cuatro piernas, cubriendo grandes distancias, veloz como un rayo de luz. Eran redondos porque redondos eran sus padres: el hombre era hijo del Sol. La mujer, de la Tierra. Y el par, un hijo de la Luna.

Su fuerza era extraordinaria y su poder, inmenso. Y eso los tornó ambiciosos. Y quisieron desafiar a los dioses. Fueron ellos los que osaron escalar el Olimpo, la montaña donde viven los inmortales. ¿Qué debían hacer los dioses reunidos en el Consejo celeste? ¿Aniquilar a las criaturas? ¿Pero como quedarse sin los sacrificios, los homenajes, la adoración? Por otro lado, tal insolencia era perfectamente intolerable. Entonces...

El Gran Zeus rugió: Dejen que vivan. Tengo un plan para que se vuelvan más humildes y disminuir su orgullo. Voy a cortarlos al medio y hacerlos andar sobre dos piernas. Eso, con certeza, va a disminuir su fuerza, además de tener la ventaja de aumentar su número, lo cual es bueno para nosotros. Y apenas había terminado de hablar, comenzó a partir a las criaturas en dos, como una manzana. Y, a medida que los cortaba, Apolo iba girando sus cabezas, para que pudieran contemplar eternamente su parte amputada. Una lección de humildad. Apolo también curó sus heridas, dio forma a su tronco y moldeó su barriga, juntando la piel que sobraba en el centro, para que ellos recuerden lo que habían sido un día.

Y ahí fue que las criaturas comenzaron a morirse. Morían de hambre y de desesperación. Se abrazaban y se dejaban estar así. Y cuando una de las partes moría, la otra quedaba a la deriva, buscando, buscando...

Zeus tuvo pena de las criaturas. Y tuvo otra idea. Dio vuelta las partes reproductoras de los seres hacia su nuevo frente. Antes, ellos copulaban con la tierra. De ahora en adelante, se reproducirían un hombre con una mujer. En un abrazo. Así la raza no moriría y ellos, los dioses descansarían. Hasta podrían continuar involucrándose en el negocio de la vida. Con el tiempo las criaturas se olvidarían de lo ocurrido y sólo tendrían conciencia de su deseo. Un deseo que jamás estaría enteramente saciado en el acto de amar, porque aún derritiéndose en el otro por un instante, el alma sabría, aunque no pudiera explicarlo, que su ansia jamás sería completamente satisfecha. Y la nostalgia de la unión perfecta renacería, ni bien se extinguieran los últimos gemidos del amor.